Ahora que sabemos que nos leen, el blog cambia un poco, para adaptarse a los nuevos aires de expresión necesarios ante tamaña responsabilidad. Es decir, que a la hora de efectuar valoraciones o juicios de opinión, el comedimiento y la mesura pasan a ser la nueva norma (léase esta última frase con cierta suficiencia, como quien habla con la espalda recta cual palo de escoba).
Propongo, a fin de comprobar estos nuevos aires del blog, examinar, con espíritu constructivo, el último artículo en el Ara de Salvador Cardús, intelectual prestigioso, cuya consistencia argumental era puesta en duda por quien suscribe y algunos de los más doctos y agudos comentaristas del blog.
El título es prometedor: «Un dret permanent a decidir«. En un alarde de sutileza, Cardús relaciona los escándalos del Castor y del Canal de Isabel II con la imperiosa necesidad de la secesión, con fragmentos tan redondos como:
«…aquests dos casos (…) són un indicador d’un sistema generalitzat de corrupció política, de la feblesa dels controls democràtics per impedir-la i, en definitiva, de la submissió de l’estat espanyol a alguns putrefactes poders econòmics
(…)
Tot i la brutalitat dels casos esmentats, els responsables d’aquests crims polítics semblen ser-hi immunes. (…) I als espanyols ni se’ls acut que puguin escapar d’aquest femer!«
Es una pena que, aun teniendo parte de razón, el artículo de hoy de Cardús haya coincidido con las revelaciones de la supuesta existencia de una Madre Superiora en Cataluña, de la que nadie se apercibió en 23 años, al igual que ese Misterio llamado 3-4%. Digo supuesta porque, presunción de inocencia (y prescripción) aparte, bien sabemos que con el tema de la religión siempre existe la duda y la eterna discusión sobre las pruebas de la existencia de Dios. Imaginad, un pueblo elegido que durante décadas vivió (presuntamente) con una Madre Superiora (presuntamente) a la cabeza y nunca nadie se enteró. En el que presuntamente existió una práctica generalizada a un nivel del 3-4%. Si eso fuera verdad, ¿sería indicador de un sistema generalizado de corrupción política?, ¿de la inexistencia (no debilidad, como dice Cardús) de controles democráticos?, ¿de la sumisión del sistema completo a putrefactos poderes de no sé qué tipo? Como digo, todo esto es supuesto y es presunto. Y nunca nadie supo ni vio nada en Cataluña. ¡Y a nadie en Cataluña se le ocurre escapar de este supuesto lodazal en que ni los sapos vivirían!
Ahí subyace (nuevos aires, nuevo lenguaje) mi énfasis en el juicio negativo al argumento nuclear de Cardús, quien recurre -en contra de su brillante trayectoria- al habitual, manido y repetido argumento de que somos los mejores y que se trata «de confiar profundament que els catalans, en cada elecció futura, decidiran el millor en cada moment«, que es una frase, por supuesto, obtenida de los mejores manuales eclesiásticos, como los que (presuntamente) debía manejar la supuesta Madre Superiora.
CONCLUSIONES. Cardús, en definitiva, nos propone huir del resto de España ante escándalos como los que ha indicado en su artículo, pese a que existe un sistema judicial que abre procesos sin cesar y enjuicia y condena por doquier. La lástima del artículo de Cardús -de quien una vez se escribió por aquí que sus argumentos eran contrarios a la verdad y la rectitud en el proceso intelectivo- es que opta por preterir y obviar lo que sucede delante de su patio: la Virgen estaba ahí, y aun existiendo pruebas fehacientes de su existencia, dice que no la ve. Misterios de la Fe nacionalista que la razón no puede resolver.
Nota final: sé que este tipo de redacción resulta pedante y fatuo. Sin embargo, la nueva dimensión comunicativa obliga a ello y Cardús bien que lo merece.