Vivimos días de una relativa calma en la pulsión separatista. No por ello debemos relajarnos porque en cualquier momento aparecerá un nuevo movimiento, ya sea en forma de lista unitaria, convocatoria electoral o el invento del día.
Así que escribiré sobre el libro de Joan Ridao «El derecho a decidir. Una salida para Cataluña y España«. En principio, este libro debería servir para ilustrar visiones desde el lado declaradamente secesionista que encuentren un encaje razonable a un referéndum. De este modo, debería incluir, al menos una parte, en la serie que he desarrollado estas últimas semanas. Pues no me sirve demasiado.
La razón es que Ridao da por supuesto e indiscutible el derecho a celebrar un referéndum (o una consulta en que se exprese la opinión del cuerpo electoral) como ejercicio innegable del principio democrático. Sin embargo, obvia que este principio democrático lo debe ser con sujeción a la legalidad. Un ejemplo pedestre (y así nos ahorramos valoraciones sobre si es equiparable o no): si el 80% de los ciudadanos andaluces creen que Isabel Pantoja debe salir de prisión, no por ello tiene que salir en libertad. Para que salga en libertad, deberá cumplir determinados requisitos; o, si sale en libertad gracias al principio democrático, previamente tendrá que haberse tramitado la modificación legal oportuna que permita la salida de prisión de la señora Isabel Pantoja, etcétera. A estas alturas, seguimos en nivel infantil con el principio democrático y, por desgracia, Ridao se suma a ello.
Joan Ridao -como una buena parte del secesionismo- nos dice que como una mayoría de catalanes quieren el referéndum (o lo que sea) hay que celebrarlo. El argumento es atractivo y parece imbatible, pero tiene trampa. Deliberadamente, se «olvida» de indicarnos de qué modo llegamos hasta el referéndum: cómo lo convocamos, qué requisitos exigiremos a la convocatoria, etcétera. Mucho principio democrático y poca Ley. O sea, que primero disparo y luego pregunto.
En primer lugar, y a modo de justificación previa. El título de este libro con el que me topé en Amazon, «Adiós Cataluña: Las reglas del juego: 62 puntos para que Cataluña se independice» no tiene nada de especial ni tiene por qué generar esta introducción justificativa. No sucede lo mismo si observamos que el autor firma con el seudónimo de Español Cabreado, lo que a más de uno le hará exclamar ¡qué tipo de libros lees y comentas! Un prejuicio creado por un seudónimo discutible, que se supera gracias a Amazon y la vista previa del libro, más que suficiente como para arriesgarse a gastar los 2,68 € de la versión Kindle. Esta posibilidad, que da la opción de leer las primeras páginas de los libros en que se halla disponible y que supongo muchos usaréis en especial cuando dudáis comprar o no un libro electrónico (total, por tres, cuatro y hasta cinco euros no es una tragedia que te compres un libro malo; si son más caros, ya me suelo mirar el formato físico, porque el digital no me gusta demasiado), me convenció para adquirirlo.
La introducción desvanece las dudas sobre el tono en que está escrito: el autor -que dice ser de Madrid, lo cual nos podemos creer o no; carezco de motivos para dudarlo- explica el hartazgo ante el separatismo y sus típicas excusas cuando se les pide respuestas concretas, del tipo «ya se verá» o «habrá un acuerdo político». Por eso, se plantea exponer los costes de secesión y los puntos que a su entender deberían quedar fijados con carácter previo a todo intento de secesión, desde una perspectiva que intenta ser objetiva en la medida de lo posible. Por supuesto, el autor no puede escapar a su propio posicionamiento -contrario a las falsedades (¡La Haya! ¡La Haya!) e inexactitudes que intenta colar el independentismo, perspectiva que comparto-, si bien prescinde de apriorismos e ideas preconcebidas. El que espere una descalificación continua, no la encontrará. Un criterio, sí que lo verá. A continuación, lo explico un poco más.
Aunque esto del separatismo me tiene un poco cansado, todavía no he dejado de leer algún que otro libro editado al calor del tema y que me ha podido parecer interesante. En este caso, se trata del titulado «¿Existe el derecho a decidir? Preguntas y respuestas sobre el proceso abierto en Cataluña». Coordinado por Eduard Sagarra Trias, Profesor de Derecho Internacional Público y Abogado, me convenció el hecho de que las firmas que contribuyen al conjunto del libro son perfectamente reconocibles -unas más, otras menos- para un jurista, y más todavía si ha seguido la opinión de algunos de ellos sobre la cuestión de la secesión.
El planteamiento general de los artículos es, evidentemente, desde una perspectiva jurídica y creo que es recomendable, para abordar su completa lectura, contar con algunos conocimientos previos sobre la materia. En otro caso, la mitad de los artículos pueden resultar algo densos, aburridos o hasta incomprensibles para un lector que no esté familiarizado con ese tipo de lenguaje. Esta observación no debe entenderse como una crítica negativa, sino como una cuestión objetiva: tratar temas jurídicos, por mucho que se intente rebajar la carga técnica, requiere lenguaje específico. Y, como todos sabemos, no siempre es posible eliminar los obstáculos.
Antes de exponer mi opinión sobre cada uno de los artículos, considero importante señalar que el libro me ha parecido desigual, y no por la calidad de los contenidos, sino porque no existe un hilo conductor que relacione entre sí los artículos, que quedan reducidos a meras individualidades sin conexión. En este sentido, y por comparar, en un libro aquí comentado como «¿Hay derecho?» es posible identificar una homogeneidad global e ideas centrales generales, cosa que aquí no sucede. Obviamente, ello es fruto de que se trata de verdad una obra colectiva, mientras que en el libro ahora comentado nos hallamos ante una suma de individualidades, de modo que el conjunto global se resiente. Dicho esto, vamos con el comentario de cada uno de los textos.
Tuve noticia del libro que hoy reseño, «Un Fernandes entre banderas. Cuando ser catalán y español es una apuesta posible» por la crítica de Manuel Cruz en EL PAÍS. Tras buscar un poco más, me pareció interesante y lo pedí. Recibido el viernes, ya está leído, prácticamente de un tirón, porque son ciento ochenta y una páginas de muy rápida lectura.
El autor, Ricardo Fernández Aguilà, desgrana un retrato agridulce de la situación actual en Cataluña, desde el punto de vista de quien ha vivido con absoluta normalidad y compatibilidad durante toda su vida la dualidad Fernández – Fernandes (que, para quien no lo sepa, es la pronunciación «catalana» del apellido), y ahora ve cómo esa placidez se resquebraja a pasos agigantados. Nada mejor para definir el perfil del escritor que una frase escrita en el capítulo ¿De dónde salen los Fernandes?, en que -y pese a que saco un poquito la frase de contexto, aunque no traiciono la idea, faltaría más- dice: «A un Fernandes, a alguien a quien le cambiaron el nombre y se quedó tan contento porque estaba por otras cosas que le importaban más…«. Quede claro, pues, que se trata de alguien sin prejuicios («…nos cuesta decir sólo «sí» o «no» a ciertas preguntas y quedarnos satisfechos«) que se decide a exponer su criterio.
En esa crónica particular, Fernández detalla diversos aspectos, entre muchísimos otros, que han podido contribuir a generar y acelerar el proceso en que nos vemos inmersos. Reparte hacia la visión más cerrada, intransigente y poco comprensiva de España respecto a su pluralidad, pero tampoco ahorra en señalar algunos de los múltiples vicios y trampas utilizados para fomentar el sentimiento de separación entre Cataluña y el resto de España, que a nivel de percepción individual es más imaginado que real, como se encarga de mostrar en un particular recorrido por Madrid, Sevilla y Mequinenza. Aun así, no deja de percibir una cierta lejanía o un «esto no va del todo conmigo» en algunos casos y critica la ausencia de un liderazgo encaminado a hallar alternativas.
Uno de los riesgos de mostrar defectos de unos y otros es el de caer en la equidistancia, no tomar un partido firme, que es cosa muy distinta de la ecuanimidad a la que alude José Antonio Zarzalejos en el prólogo de la obra, refiriéndose a la descripción de los hechos observados por Ricardo Fernández. No cae en ello. Precisamente, cuando uno puede tener esa sensación al avanzar en la lectura, se posiciona de manera muy clara: «La promesa de que esto se arreglará si de un Estado hacemos dos, ni la veo clara ni la deseo.«
La percepción crítica del independentismo -y no faltan ejemplos- queda perfectamente resumida en algo que todos los que vivimos en Cataluña escuchamos y leemos cada día: España es una palabra casi proscrita, sustituida habitualmente por el «Estado español». Sin embargo, esta palabra toma una visibilidad absoluta para acentuar cualquier cosa negativa, con su paradigma en el famoso «Espanya ens roba» (España nos roba), que, como todo lector habitual de este blog sabe, dirigentes de ERC niegan con todo el descaro haber dicho nunca.
El tono de Fernández Aguilà es en todo momento moderado, prescinde de las palabras exageradas o de la censura sin paliativos, y predomina la reflexión acerca de cuestiones ya habituales: ¿cómo se ha llegado hasta aquí? ¿cómo podrá salirse de esta complicada situación? Siendo ello importante, esencial en este libro es la desazón que lo impregna. Y es que la realidad Fernández / Fernandes vivida por el autor -que es su propia realidad, con la que muchos podrían encontrar similitudes- constituye una magnífica estampa de uno de los numerosos problemas que podría generar una opción radical como la secesión y sus variados costes. Y el coste personal, pues de eso trata el libro, de las personas, no es desdeñable.
Como no todo en esta vida gira alrededor del separatismo, hoy daré un breve repaso a un libro altamente recomendable que lleva por título «¿Hay Derecho?», con un subtítulo que lo complementa e indica la temática del mismo: «La quiebra del Estado de derecho y de las instituciones en España». Bajo el seudónimo de Sansón Carrasco, reúne la firma de Elisa de la Nuez (abogado del Estado), Fernando Gomá, Ignacio Gomá, Fernando Rodríguez y Rodrigo Tena (todos ellos Notarios), fundadores y editores del blog de actualidad jurídica y política ¿Hay Derecho?.
A lo largo de dieciséis capítulos, más una introducción y un epílogo, se realiza un profundo y ameno recorrido sobre los vicios, defectos y corrupciones varias que hostigan a nuestro Estado de Derecho, principalmente a causa -aunque no solamente- de un sistema que ha favorecido -y si no, se ha modificado a conveniencia- la consolidación del control y aprovechamiento de las instituciones por los partidos políticos, en todos los ámbitos de la actividad pública. Por supuesto, estas cuatro líneas son una simplificación, pero enfatizan con claridad un grave problema que los autores identifican sin miramientos y que reconocerá cualquiera que carezca de adscripción política concreta (y aun con ella).
El enfoque eminentemente jurídico de los temas tratados, como la reforma y actualización de la Constitución (necesaria, pero no suficiente), la hiperinflación legislativa autonómica (que no sólo es culpa de las CCAA), la baja calidad legislativa, el incumplimiento de las leyes por Administraciones o entidades poderosas, la desaparición de la efectividad de los controles internos en la Administración o la independencia judicial, pudieran retraer a más de un lector. No debería.
Y eso porque los autores han prescindido de aburridas y eruditas citas legislativas o jurisprudenciales para centrarse en el núcleo de la cuestión: por qué tenemos los problemas que analizan, explicados de manera suficientemente completa como para valorar con conocimiento de causa su relato, pero sin aturdir con detalles prolijos o excesivamente técnicos. Se incide en explicar a qué se deben y cómo, en su caso, podrían remediarse. Incluso, puede sostenerse que el objetivo principal del libro es el de identificar los vicios que agrietan nuestro sistema jurídico, porque una vez se han demostrado sus causas es (relativamente) fácil establecer medidas para erradicarlos. Aunque, claro, para erradicarlos es necesaria una voluntad que los partidos políticos dominantes no han demostrado hasta la fecha, que es otro de los núcleos esenciales del problema. En este sentido, por desgracia, en el libro se repite a menudo la explicación de un patrón similar: en principio, existe una regulación adecuada y unos sistemas razonables de control, pero los políticos de turno encuentran la manera de «puentear» esos controles o de minar la voluntad y la entrega de los funcionarios, de modo que al final todo se conduce según su criterio, sin cortapisas. Y ello abona la corrupción, el despilfarro, el amiguismo, los intereses cruzados o la ineficiencia, en perjuicio, por descontado, del administrado, sin apenas responsabilidades. (Todo hay que decirlo: como vemos últimamente, más de uno está pasando por el Juzgado para explicar lo que ha hecho en los últimos años).
Una de las conclusiones que se puede extraer es la necesidad de ordenar a fondo y de modo sincero las instituciones, ya que en otro caso nos vemos abocados a la irrupción de formaciones con aires de ruptura (como Podemos) que, con todas las críticas que puedan realizarse, representan al menos una discontinuidad frente a los partidos tradicionales, sindicatos y todos aquellos instalados en el aprovechamiento de lo público, que no parecen tener mucha intención de afrontar las reformas necesarias ni desprenderse de las prebendas que ellos mismos se han creado, o de las que se han beneficiado, durante décadas. Y si no cambian, es lógico que el electorado busque alternativas.
En conclusión, se trata de un libro lúcido y necesario, expresivo de una clara conciencia ciudadana, que exige de los gobernantes -y de los aspirantes a serlo- un debate serio y unas propuestas elaboradas -no nos vale que se diga que se quiere reformar algo, para que luego no se concrete nada más allá de palabras vacías- para elevar la calidad democrática de España hasta el lugar que sus ciudadanos merecen. En este punto, el libro no se queda solamente, pues sería lo fácil, en otorgar la exclusiva de la culpa a los políticos y el entramado que los rodea: también se hace un llamamiento a que los ciudadanos, que somos los perjudicados de su actuación, actuemos en consecuencia.
¿Hay derecho? La quiebra del Estado de derecho y de las instituciones en España. Sansón Carrasco. Planeta de Libros. 304 páginas. 15,90 €.
Desde hace poco más de una semana está disponible el libro que hoy comento: «Cataluña. El mito de la secesión». Con el mismo, se pretende, en la medida de lo posible, contrarrestar la ingente cantidad de libros, sean de ínfima calidad o más que correctos, que podemos encontrar en las librerías a favor de la secesión.
Este libro, además, se encuadra en la categoría de la seriedad, desde el momento en que el objeto mayoritario que lo conforma se orienta a rebatir, discutir, analizar o debatir cuestiones que forman parte del argumentario secesionista. Creo que es importante recalcar los diversos infinitivos que he utilizado antes, porque es evidente que determinadas posiciones que uno pueda mantener a favor o en contra de la secesión se sitúan en el campo de la opinión, mientras que otras ya tienen más que ver con los hechos y su posterior análisis, de modo que a veces se puede debatir, mientras que en otras quizás se pueda llegar a rebatir posturas.
Sea como fuere, la aportación esencial del libro es la de destapar la existencia de un discurso razonado y razonable frente al independentismo, y así se confirma desde el primer capítulo, firmado por Juan Arza y Pau Mari-Klose y titulado «¿La voluntad de un pueblo?», en el que se pone en cuestión uno de los muchos axiomas incontestables para el secesionismo, como es la supuesta transversalidad del denominado Proceso. O, entre otras cosas, se cuestiona la estructura de la pregunta que se pretende formular en la consulta. Se aportan datos y justificaciones, de manera que, como se digo, se construye un relato argumentado en contra del discurso secesionista.
Esta línea es la que sigue buena parte del libro. Como es lógico, cuanto más objetivable o analizable la materia, mayor densidad teórica y de datos, como sucede por ejemplo en otra de las cuestiones esenciales en las que descansan los argumentos secesionistas, como es la economía. En este apartado, el texto de Ángel de la Fuente («¿Maltrato fiscal?») se centra en el análisis del expolio tantas veces repetido, incluso por Oriol Junqueras, y los desequilibrios de las balanzas fiscales, incluso con referencias a otros países. La cantidad de datos que se incluyen en el artículo y cita de fuentes, como mínimo obligan -y me refiero a quien asume sin rechistar los postulados secesionistas- a contrastar informaciones y conclusiones. Lo mismo se puede decir respecto del artículo de Clemente Polo («Efectos económicos de la secesión de Cataluña: mejor con España») centrado especialmente en un aspecto minimizado e, incluso, ninguneado por economistas favorables al independentismo, como son los costes de la secesión. El propio sentido común nos debería indicar que algún coste debe tener una secesión, pero en el mundo feliz separatista eso no existe. Lo digo porque me ha llamado la atención que en el libro de Xavier Sala-i-Martín «És l’hora del adéus?», que algún día comentaré, apenas se concede importancia a este hecho.
Estos capítulos quizás son los más técnicos y densos, pero no son arduos o pesados de leer. De hecho, los textos, de carácter multidisciplinar, suelen tener una extensión -con algunas excepciones- entre las quince y veinte páginas, pues se trata de ilustrar, pero no de apabullar con tecnicismos. Que haya destacado esos tres artículos tampoco significa que sean necesariamente los mejores o los más brillantes, sino que precisamente hago especial reseña en tanto que se oponen, y a mi entender con fuerza, a argumentos secesionistas ya muy trillados y que se dan casi por supuestos de manera automática, sin crítica alguna. Tampoco se trata de comentar uno por uno cada capítulo, pues son doce y llega hasta las trescientas páginas que se leen con facilidad, lo cual no obsta al rigor de los planteamientos y las explicaciones que se ofrecen.
Como señalaba al principio, por supuesto que los argumentos que se dan pueden ser opinables, discutibles o criticables, pero lo que no se puede cuestionar es que se trata de un libro organizado desde la seriedad y no desde la descalificación tan al uso frente a la opinión discrepante. Un libro recomendable para cualquiera que desee ampliar conocimientos, reforzar argumentos, o, simplemente, intentar orientarse -sea cual sea la dirección que después tome- ante el cúmulo de opiniones, a veces supuestamente unánimes, a veces totalmente contradictorias y hasta incoherentes que puede detectar quien aplique la sana crítica.
Cuesta 17,95 € (según dónde lo compres, 17,05 €), editado por Editorial Almuzara