La pantalla que habían pasado con el referéndum ha vuelto. Tranquilos, que como ya señalé tras la moción secesionista del 9 de noviembre de 2015, si alguna vez soñaron de verdad con el referéndum, ellos mismos se cerraron las puertas.
Hoy, el diari ARA -la hoja parroquial de cabecera secesionista- distrae a sus lectores con una supuesta vuelta del referéndum a «primer plano«, que incluye los típicos mensajes para crear opinión hegemónica, como que el 80% de los catalanes están a favor del referéndum. No obstante, nadie me ha explicado todavía cómo es que en la mayor encuesta jamás organizada (el 9-N de 2014) ese 80% no participó, y apenas votaron 2.305.920 personas, y eso que podían hacerlo incluso los mayores de 16 años y extranjeros. Es más, el SÍ-SÍ obtuvo 1.861.752 votos y en las elecciones autonómicas de 2015 entre JxSí y CUP sólo sumaron 1.966.508 votos (47,8% de los votos emitidos y apenas un 35% del censo electoral, o sea, poca cosa comparado con lo que nos venden un día sí y otro también) con una participación del 75%. No me detendré en repetir las obviedades de siempre frente al rosario de excusas y explicaciones secesionistas. Lo que me interesa es el «nous avons gagné» y el referéndum. Ahora dicen que siempre lo han querido, etcétera, y reúnen voces intelectuales sobre el tema. [Ya sabéis, lo de que habían pasado la «pantalla del referéndum» fueron unas voces misteriosas cuyo origen se desconoce, probablemente inventadas].
De las que salen hoy en ARA, la opinión que más me ha «alarmado» es la de Laia Bonet (el resto, dice más o menos lo que ya se sabe y puede esperar). Y no sólo porque su nombre esté vinculado al socialismo catalán (ahora mismo desconozco su grado de identificación con el partido) sino por el hecho de que dice cosas como la siguiente:
- «El flirteig amb la unilateralitat pot fins i tot ser una manera vàlida de posar la pressió a l’altra part per forçar-la a negociar. Però no per fer efectiva la independència unilateral«. Yo no sé si se da cuenta, pero Bonet lo que dice es que la secesión se puede (y debe) usar como amenaza. [Editado por excesivo e innecesario: Bravo. Estoy aplaudiendo ante la pantalla.] Mirad que acepto bastantes planteamientos, pero este me parece una auténtica ignominia. Amenaza con la secesión unilateral para obtener el referéndum, dice Bonet. Todo un referente democrático, sí.
Por suerte y por desgracia, escribo mucho, a veces hasta demasiado, y me quedan artículos en formato borrador que no acabo porque me gusta conectarlos con cuestiones un poco de actualidad. El 4 de marzo, que fue cuando abandoné el borrador que ahora os reproduciré, el referéndum como objeto de debate todavía quedaba un poco desvaído. Ahora, en cambio, el secesionismo lo quiere recuperar.
Yo por mi parte recupero el borrador del artículo que titulaba «La juridificación de la secesión y su uso como amenaza«, cuyo contenido viene bastante bien a la cuestión. El formato es un poco extraño, así que ruego entendáis que se trataba de un borrador inacabado que, de repente, se vuelve muy útil a la vista de las respuestas de Laia Bonet:
«En más de un libro que he leído se examina la conveniencia de juridificar la secesión o posibles modos de encajar esta aspiración. En alguna ocasión he escrito sobre el tema y le he dado vueltas a esa pugna entre la evidencia de una pulsión separatista y el rechazo frente a la misma de una democracia, aunque no sea de carácter militante [reflexión: ¿qué diría el separatismo en caso de existir cláusulas de intangibilidad en la Constitución Española, como sí existen en otras Constituciones sin duda democráticas?].
Uno de los muchos y gravísimos problemas que presenta la regulación legal de un mecanismo de secesión es el de su uso como amenaza: si no me das lo que quiero, activo el mecanismo y entra en crisis todo el sistema constitucional.
Una conclusión similar expone Pau Bossacoma: «…si la secessió unilateral no és entesa com un objectiu greu, els perills que s’utilitzi indegudament com una amenaça política incrementen exponencialment…» (si la secesión unilateral no es entendida como un objetivo grave, los peligros de que se utilice indebidamente como una amenaza política se incrementan exponencialmente).
Situémonos en el escenario de la plasmación legal de la secesión (no necesariamente lo comparto; esto lo reitero siempre, pero nos sirve para examinar los argumentos separatistas y la acomodación de la realidad que buscan) de manera un tanto simplificada y aplicada al caso catalán. Estaremos todos de acuerdo en que la secesión es un acto grave, de enormes consecuencias tanto para quienes residen en el territorio en el que se pretende aplicar la secesión como en el territorio que puede ver cómo una parte se escinde. Quien no esté de acuerdo en la gravedad y enorme importancia de una secesión, que deje de leer. No le interesará el texto. Esto no es una fiesta ni se resuelve con sonrisitas, salvo que tomes a quienes te diriges como un rebaño dispuesto a creerse todo lo que les digas.
Ese derecho a la secesión, o al referéndum de secesión (o la denominación que se prefiera), tiene un inicio que no es otro que una iniciativa parlamentaria. Es decir, el planteamiento de esa aspiración secesionista, que se concretaría en un referéndum de secesión, se formula por el Parlamento correspondiente. Si se trata de un acto grave, de enorme importancia, de consecuencias enormes para toda la población es lógico que se requiera una mayoría reforzada para activar el mecanismo que pueda llevar a la secesión. Si no es así, una mayoría absoluta -que puede responder a cuestiones coyunturales, y que se ha producido con relativa frecuencia tanto en elecciones generales como autonómicas- siempre tendría a su disposición esta posibilidad para ejercer una presión que pueda satisfacer sus peticiones y, por lo tanto, forzar graves inestabilidades sólo por capricho. Sólo por usar ese mecanismo como amenaza para conseguir lo que se pretende. POR ESO UNA REGULACIÓN LEGAL DE LA SECESIÓN PRESENTA GRAVÍSIMOS PROBLEMAS (perdonad las mayúsculas).
De nuevo, en línea parecida se pronuncia Pau Bossacoma en «Justícia i legalitat de la secessió«, cuando entre otros instrumentos para promover la estabilidad considera adecuada la exigencia de mayorías democráticas cualificadas (p.147). Para justificar estas mayorías reforzadas, Bossacoma dice (p.357): «…és una exigència prou racional i intuïtiva que per a procedir a un canvi tan rellevant del statu quo calgui un grau més de legitimitat que una majoria simple. L’argument principal és que no ens podem estar secessionant, federant i/o unint segons vagin fluctuant les majories simples de vots dels ciutadans. El valor de la seguretat i de l’estabilitat jurídica i política són prou rellevants per a exigir un plus de consens a la majoria simple responent al referèndum. O dit d’altra manera,la facilitat de prendre la decisió secessionista en el futur i el caràcter eminentment irreversible de la secessió fan adequat exigir una majoria qualificada…«
Cuando analiza de forma práctica la cuestión, centrada ya en la secesión catalana, Bossacoma, en lo relativo a la iniciativa parlamentaria necesaria del territorio secesionista, propone una mayoría reforzada de tres quintos (81 diputados) o dos tercios (90 diputados), a fin de evitar referéndums secesionistas en vano.
Esta exigencia también se puede expresar de otro modo: para evitar que el referéndum de secesión se utilice fácilmente como amenaza. A día de hoy, una mayoría de tres quintos precisaría el apoyo de Junts pel Sí, la CUP y, en su caso, de CSQP, mientras que una mayoría de dos tercios (que es la coherente con el mecanismo de reforma fijado en el Estatut, aspecto que Bossacoma no señala, pese a que sí se encarga de resaltar otras coherencias para un referéndum), necesitaría, además, del concurso de PSC o C’s o PP.
Sea como sea, y al margen de la crítica que pueda merecer determinados extremos señalados por Bossacoma -que pueden ser también fruto de la posición personal de cada uno incluido yo mismo- es sin duda positivo que se considere necesaria la concurrencia de mayorías reforzadas, lo cual tiene como mínimo dos efectos: el primero, impedir que el referéndum de secesión pueda ser esgrimido con facilidad para obtener posiciones negociadoras favorables; el segundo, obligar a que, en el caso de que efectivamente se desee activar el procedimiento de secesión, se requiera un elevado consenso general previo.
Quedémonos, no obstante, en este apartado, con la mayoría para dar inicio al proceso de secesión. Ahora examinemos la propuesta articulada de los partidos secesionistas:
» «
Esto ya lo había hecho alguna otra vez. En blanco. Un movimiento que se ha distinguido por crear multitud de documentos, pero este no lo han creado. Supongo que quien no lo tuviera claro se da cuenta de las (múltiples) trampas que plantea el secesionismo.
La alternativa inventada fue el concepto ‘elecciones plebiscitarias’ con la finalidad de obtener un resultado probable (una mayoría absoluta parlamentaria, aunque lejos de cualquier mayoría reforzada) y evitar la evidencia de un insuficiente apoyo directo en forma de votos.
Al margen de que las elecciones del 27S ni eran plebiscitarias ni contaban con unas reglas aceptadas en ese sentido, el argumentario secesionista suele esgrimir que el 48% votó por la secesión, el 39% que no y el resto no se sabe. Prescindo de la crítica a ese argumentario y me remito a lo que dijo Raül Romeva en la presentación de Junts pel Sí: «Quan us diguin que això no són eleccions plebiscitàries, respongueu-los que tots els vots que no siguin del Sí, malauradament, malauradament, malauradament, seran comptats com [a] vots del No!«
Es una buena medida no tomarse las declaraciones de los promotores de la secesión al pie de la letra, pero un cierto decoro siempre es recomendable, sobre todo entre quienes apoyan la separación. Huelga decir, como todos sabemos, que este simulacro de regla autofijada por el separatismo en sus autoelecciones autoplebiscitarias decayó en cuanto se comprobó que ni siquiera alcanzaban el cincuenta por ciento de los votos emitidos. Bien sabemos que en cualquier competición las reglas deben ser conocidas de antemano y que no se pueden cambiar a media competición o terminada la misma, bajo pena de ser tachada de arbitrariedad. Juzgue el lector lo que dijo Romeva -que era, en definitiva, lo que sostuvo el secesionismo durante la campaña del 27S- y lo que se ha dicho después.»
El artículo llegaba hasta aquí y no recuerdo cómo lo quería rematar. He perdido el hilo.
Lo que sí recuerdo es que la gesticulación constante del separatismo (ya sea la CUP, ya sea el mismo Turull) no puede ser aceptada sólo por aburrimiento. Resulta indudable que parte de la estrategia diseñada pasa por la amenaza de la secesión unilateral, desde el principio. Os recuerdo que Joaquín Tornos (Catedrático de Derecho Administrativo), ya escribió en su día que las propuestas de Artur Mas parecían diseñadas para que fueran rechazadas, de modo que «…el Gobierno de la Generalitat parece empeñado en plantear de forma sucesiva reivindicaciones que no pueden aceptarse (…) lo que realmente se pretende es incrementar en los ciudadanos catalanes la sensación de que nada de lo que se pide se acepta, por lo que la única alternativa viable es la separación del Estado«. («¿Existe el derecho a decidir?, pág.314). Una indeseable juridificación de la secesión tendría una primera consecuencia directa, que sería su uso en forma de amenaza de separación si no se da a cambio lo que se quiere, que es lo que ha sucedido hasta ahora.
En esta línea aboga Bonet: «…Amb el benentès que fins i tot si guanyés el no, la resposta no podria ser l’ statu quo.«. O sea, que en caso de referéndum y derrota del separatismo, aun así habría que darle satisfacción. Y los demás, que se aguanten. Cuidado, no digo que no haya que realizar reformas, a todas luces necesarias e imprescindibles (y algunas no necesitan tocar la Constitución, por cierto); digo que si hay que realizar reformas para satisfacer al separatismo, como afirma Bonet, esa espiral sólo puede acabar de una manera: mal.
Si todo esto lo puedo escribir apenas con dos o tres frases de Laia Bonet, favorable al inexistente derecho a decidir, imaginad lo que podría escribir si se posicionara explícitamente a favor de la secesión. Por eso al principio explicaba que me había «alarmado»: dice estar a favor del derecho a decidir y lo que hace es asumir de principio a fin los postulados secesionistas, vistiéndolos de respuesta a una demanda democrática. Algo así como una oferta de referéndum que no va a poder rechazar.
Acabo. La secesión como amenaza. Yo lo tenía como borrador de un artículo. Laia Bonet la formula explícitamente. No, en esa trampa a mí no me verán.
Dos cosas. No entiendo porqué no hay en Cataluña una izquierda claramente no nacionalista, incluso anti-nacionalista. Es raro porque, en general, basta estar en el gobierno (el que sea) con ellos para volverse un furibundo unionista.
Un día tienes (o no) que hacer un baremo de reglas del proceso. Con el 50% más un voto la DUI es legítima. Con el 48% tienes un mandato, democrático ojo, para hacer lo que te parezca menos la DUI. Calculo que con un 30% puedes amenazar con la DUI. Por supuesto, los porcentajes pueden cambiarse de acuerdo a los resultados electorales obtenidos. Que tampoco hay que convertirlos en una cárcel para la voluntad del pueblo. Menuda banda de sinvergüenzas.
Buena entrada, as usual… que alguien tenga a bien remitírsela con urgencia a Rufían, que va por Madrit con el hit del cambio de pantalla y el disco rallado desde ni se sabe.
Lo de la izquierda catalana enrolada -por acción u omision- en el nacionalismo es un cortocircuito que se explica basicamente por la aceptacion piadosa de dos grandes simplificaciones inherentes al credo indepe:
1) que Cataluña fue, es y será, una nación historicamente oprimida por España (idea de la que emana con total naturalidad el ‘derecho a decidir’ como versión atemperada y ambigua del ‘derecho de autordeterminación’ reservado a colonias etc),
y 2) la idea de que la dictadura franquista fue una ‘cosa española’ (y esto en un sentido casi genético y determinista, lo que convierte el dogma, a poco que te despistes, en una especie de protoracismo) que le sucedió al menesteroso y democrático ‘pueblo catalán’, entendido, supongo, y paradójicamente, como una unidad de destino en lo universal…
De ahí, creo yo, deriva ese complejo de culpa que impide a la izquierda catalana ser lo que debería: internacionalista, de clase y fundamentalmente solidaria con otras regiones menos ricas.
Estoy haciendo un repaso express por Google y no tengo palabras. Solo decir que he leído que una vez en Madrid se montó en un taxi (sí,ese taxi), le llamó un amigo de Barcelona, hablaron en catalán y el taxista… Ya sabéis como sigue. Ese taxista.