La casualidad ha querido que hoy cayera en la sección de Cataluña de EL PAIS y que, como es habitual, se confirmaran -vaya aburrimiento- algunas de mis tesis sobre la psicología del secesionismo. Nada nuevo: «nosotros» lo hacemos todo bien (aunque luego se mete la pata hasta el fondo y se rectifica, como sucedió hace más de un año con Antoni Bassas), o del tipo lo que nosotros decimos será de esa forma y punto.
El primer artículo. Lo bueno de haber abandonado Twitter, Facebook y la lectura de diarios digitales radicales es que estás mucho más tranquilo y te das cuenta de que a la mayoría de la gente le trae sin cuidado lo que sucede en las redes sociales. Lo malo, que no te enteras de los chismes. Como los que no se le ocurrió nada mejor que contar a Màrius Serra (reconocido secesionista) cuando, casualmente, se sentó tan cerca de Ferran Toutain (reconocido contrario a la secesión) que no pudo evitar escuchar su conversación. Hasta aquí, Serra es inocente. Ya no lo es cuando esa casualidad te hace tanta gracia que decides publicarla en Twitter, reproduciendo la conversación privada que Toutain tenía con otra persona, cual espía. Del desarrollo de los hechos me entero en este artículo de EL PAIS, y la rectificación y disculpa -aunque, para no perder tampoco costumbre, con la típica dosis de autojustificación- posterior de Serra aquí. De semejante sainete, Vilaweb montó un serial que luego, a la vista de la disculpa de Serra, rectifica hasta el punto de retirar todo el artículo que había montado alrededor de las labores de improvisado Superagente 86 de Serra. Todo un señor comportándose como un preadolescente, todo ello por obra y gracia de la independencia.
Serra ha rectificado y bla, bla, bla, y Vilaweb hasta retira el serial (insólito, por cierto), pero la pregunta es obvia: ¿a quién se le ocurre, en qué cabeza entra, narrar esa conversación privada de Toutain, y hacer de todo ello una noticia? Respuesta: alguien que ha perdido la capacidad crítica, la capacidad de valorar las cosas y que se considera en el lado de los «buenos», mientras que el resto son los «malos». Quizás yo no lo pienso con tanta vehemencia como lo escribe Toutain, pero algo sí que hay de «señalar con el dedo», como hace el preadolescente que quiere ridiculizar al compañero de clase. Cada uno que saque sus conclusiones tras leer los artículos, aunque lo primordial es que trasluce la absoluta pérdida de capacidad crítica o de juicio, que es lo que me enlaza al segundo artículo.
El segundo artículo. Se trata del artículo firmado, también en EL PAIS, por Jordi Gracia titulado «Entre dues llums» (Entre dos luces), cuyo subtítulo ya es todo un compendio acertadísimo de lo que comento: «Resulta enigmático que el apoyo intelectual del independentismo aplauda sin temor a pasarse de rosca; debería repensarse mantener sólo un perfil entusiasta y acrítico al proceso«. Gracia critica con fina pluma el hecho de que entre la intelectualidad secesionista, no digamos ya en niveles menos elaborados, nunca se atisba un solo contratiempo o posibilidad de que las cosas no sucedan como dicen que serán. ¿De verdad es posible que una cuestión tan compleja como una secesión pueda llevarse a cabo de forma tan idílica como se presenta? Prácticamente reproduciría todo el artículo, así que me limito al siguiente pasaje: «…no consigo digerir que ante los planes de redención colectiva de la actual sumisión no incluyan la posibilidad de una complicación imprevista, el riesgo de una desestabilización mal calculada, la sombra de la insumisión de una parte de la población, la tentación de un fallo o la posibilidad de una contrariedad grave en términos jurídicos e internacionales«. En fin, que siendo como es legítimo tener un ideal secesionista, lo mínimo que podemos pedirle es que se someta a la crítica, cosa a la que, por mucho que se diga, no se está dispuesto.
En último lugar dejo la opinión. También casualmente, hoy tenía puesto a Josep Cuní (en el canal privado catalán 8TV, para el que no lo sepa) a eso de las 20.55 – 21.00, o sea, a la hora en que Pilar Rahola suelta su prédica y que normalmente quito de mi televisor. Hoy he dejado el canal y han empezado a hablar del fallecimiento de un señor en L’Ampolla en el transcurso de un «festejo» de toro embolado. Si alguien no sabe lo que es, en Google hay enlaces. En un momento dado, Cuní ha puesto el dedo en la llaga (minuto 5:35 aprox) señalando que, por mucho que se negó en su momento, se prohibieron los toros de raíz»española» y se dejaron los de raíz «catalana». Pues bien, hasta Rahola, aunque no haya sido en estos términos, ha admitido que este tipo de «festejos» quedaron en pie por intereses políticos que poco tenían que ver con el sufrimiento del toro, excusa utilizada por los que votaron a favor del texto de la Ley (y digo excusa, porque supongo que debían sostener que los toros embolados, ensogados, etcétera, se divierten y por eso no lo prohibieron). Algo de esto ya escribí hace tiempo, refiriéndome a la doble moral que campea en la secesión, la falta de sentido crítico y, en general, la falta de decencia que los hace idénticos a todo aquello de lo que dicen renegar. Son exactamente lo mismo que niegan ser.
Dos artículos y una opinión, en el mismo día, retratan buena parte de lo que tenemos que aguantar a diario.
Creo que te comenté una vez la paz que sentí la primera vez que salí de Euskadi a trabajar (fue a Ávila) y la noticia de portada del periódico más vendido allí era la muerte de un famoso caballo de tiro y semental. Después de oportunidades históricas, planes y demás que eran las portadas habituales en mi tierra fue un baño de humildad, de realidad y un remanso de paz.