Que el borrador de texto constitucional entregado a Carme Forcadell no sirve para nada, lo dejé escrito. Cómo llegará a ser de claro para que Neus Munté dijera que carece de valor. Pese a ello, el documento sirve para extraer conclusiones: existe una parte absolutamente irreformable del separatismo. La evidencia surge del dichoso tema de la lengua.
En el blog ya hemos comentado en numerosas ocasiones que existe una clara diferencia entre lo que las élites del prusés™ suelen mantener acerca del carácter supuestamente inclusivo (se usa tanta jerga que parece cockney) del separatismo (contradictorio en sí mismo: separar para incluir) y lo que de verdad piensan.
Ya es casualidad que dos documentos creados desde posiciones de intelectualidad, es decir, de las élites, aunque no sean quienes dirigen el prusés™, coincidan en un aspecto tan delicado y sensible como es la exclusión del castellano dentro de su proyecto separatista-ultranacionalista. Me refiero, por si alguien se ha despistado, al Manifiesto Koiné y a la «propuesta» de Constitución.
Estas posiciones radicales me hacen especial gracia cuando, a raíz de la idiotez estulticia patochada del jefe de prensa del Real Madrid, el Conseller de Justícia de la Generalitat (el Conseller, no un soldado raso) emitió este tuit:
En primer lugar, no malinterpretemos el tuit: no tengo ni idea de la opinión del Conseller sobre el castellano en el conjunto del proyecto secesionista. Ahora bien, es interesante el tuit porque refleja los tópicos separatistas: España (en su simplicidad mental, el nacionalismo necesita identificar al Real Madrid con España; qué aburrimiento, por favor) es un ente amorfo y monstruoso en blanco y negro (franquismo; me duermo con los tópicos y chascarrillos del secesionismo) que no soporta la diversidad lingüística. Si el Conseller cae en los tópicos, qué no pasará más abajo, madre mía.
Decidme si Koiné y la «propuesta» de Constitución, que postulan la exclusión del castellano, no representan una parte (no toda) de una Cataluña con una mentalidad de la Edad de Piedra (Paleolítico, para ser más exactos), para la que «la diversidad lingüística es una anomalía a corregir» (insisto, estoy aprovechando las palabras de Mundó para la finalidad del artículo; no digo que Mundó asuma la exclusión del castellano). Esas propuestas excluyentes ni siquiera son en blanco y negro, porque en la Edad de Piedra la televisión no existía, pero sí afloran una parte separatista de mentalidad irreformable. Recalco que se trata de una «parte»: a Mundó y el entorno separatista les encanta el juego victimista de tomar una parte, grande o pequeña, por el todo; yo me limito a decir que representan una parte, como no puede ser de otra manera.
Veamos el texto de la Disposición Transitoria Primera de la «propuesta» de Constitución: «El règim jurídic de la llengua castellana ha de respectar, garantir i protegir els drets lingüístics dels catalans que constitueixin el nou estat, nascuts abans de l’any 1977, a poder emprar oralment i per escrit la llengua castellana davant les institucions públiques, sense que hi pugui haver cap tipus de discriminació per raons lingüístiques.«
Lo traduzco para quien no lo comprenda: «El día que se muera el último de los nacidos antes del año 1977 que usen habitualmente el castellano, habremos completado nuestro proyecto nacionalista y eliminado por completo del ámbito público el castellano, que quedará restringido a un ámbito privado y con un poco de suerte hasta residual«. La Edad de Piedra, sí. Si el jefe de prensa del Real Madrid es un zoquete personaje de cultura discutible y prejuicios obvios, los redactores de esta Disposición Transitoria no sé qué serán. En este caso, además, me niego a conceder el beneficio de la duda (del tipo «todos nos equivocamos» o «no se ha calibrado bien las consecuencias del texto») ya que, según se ha dicho, en este proyecto han participado nada menos que diecisiete personas, dispuestas a constitucionalizar una doble discriminación de manual.
¿Es reformable esa parte del separatismo (Koiné, propuesta de Constitución & cía) que defiende la exclusión del castellano, ya sea de inmediato o a largo plazo y en los términos en que se expresa?
Lamentablemente, se ha llegado a un punto en que ya no se puede decir que estos deslices ultranacionalistas sean casos aislados.
¿Qué podemos decir de un President de la Generalitat que dice en Londres, según refiere el diari ARA «…En tot cas, el català és la pròpia de Catalunya i el castellà és la d’un col·lectiu de gent a qui no volem desposseir del fet de sentir-se espanyol«? ¿No es siniestro? Dice el President que el castellano es el idioma de «un colectivo de gente» (o sea, distinto de los catalanes auténticos, que además son Cataluña) a quienes «no queremos desposeer» (o sea, para que no se malinterprete al President Puigdemont: nuestro colectivo de catalanes auténticos no quiere desposeer al colectivo que usa o tiene el castellano como propio -quienes no son catalanes auténticos- del hecho de sentirse español. Nota del autor: creo que no me invento nada y, si alguien considera que es así, admito interpretaciones).
Conclusión. ¿Qué proyecto inclusivo es posible construir excluyendo el castellano? ¿Qué proyecto inclusivo se construye si a «los del castellano» se les llama «colectivo de gente» a quienes no se quiere desposeer (del castellano o de lo que sea, es igual)? ¿No será que existe un numeroso grupo irreformable y excluyente que, entre otras muchas cosas, considera el castellano como una anomalía que es necesario corregir? ¿No será quizás, sólo quizás -me lo pregunto, no lo afirmo, ¿eh?-, que ese grupo irreformable y excluyente no considera verdaderos catalanes al colectivo del castellano?
Identitarismo puro y duro. No busquéis intelectualidad o raciocionio. Es el secesionismo irreformable, tan presente entre las élites separatistas. Ultranacionalismo, llámesele por su nombre.
Pues aquí uno de después del 77. Esa disposicióna dicional es un párrafo muy totalitario, y aquí no hay que cortarse con los adjetivos, pues la palabra es esa y no otra.
Lo mejor es que me imagino a los que lo escribieron, sintiéndose bien con ellos mismos al imaginarse que estaban dando un derecho, privilegio o haciendo un favor extra, como algo más de lo que realmente sería necesario. Me recuerda a aquella época del butifarréndum, cuando una respuesta habitual era un sorprendido y casi ofendido «¡Pero si os dejaremos votar!» o «Pero si os permitimos dar vuestra opinión» ¿En serio? Gracias, si no fuera por eso no me habría dado cuenta que puedo opinar sobre cosas dichas o escritas en público, o que si alguien me fuerza una votación, que pueda votar es lo mínimo y automático, no lo máximo y todo lo necesario que se exige.
Este episodio de Casilla es muy triste. El director de prensa del Real (un botarate mítico reonocido por todo dios con un CI por encima de 25, español, catalán o chino de China) hace una burrada, y de pronto es España la que no admite el catalán. Que poquito hace falta para elevar lo extravagante a la categoría de norma… particularmente cuando uno se muere de ganas, pero es que se muere, por apuntalar sus prejuicios negativos acerca de los demás.
Como de costumbre una de las primeras en subirse al chiquitren fue Empar, esa musa de la casa. Su empleo de la palabra ‘España’ en su artículo ‘El último tabú’ podría ser enseñado en clases de literatura como ejemplo de sinécdoque. En las de ética serviría para ilustrar rastrerismo y estupidez.
Leo el blog desde hace un tiempo ; enhorabuena tanto por el contenido como por el desarrollo.
Hace tiempo, y esto no es nuevo, que quiero trabajar en Cataluña. Mi profesión o gremio, me permite poder encontrar casi en cualquier lugar. He tomado la decisión, y aunque tengo trabajo en Madrid, estoy en búsqueda activa de empleo en Barcelona.
Toda la situación, la vemos en Madrid (salvo lo que digan los medios), como un ánimo de tensar las cosas por reclamar más dinero.
Tengo amigos que son independentistas, y su opinión es que les seguirán robando, pero menos. Otros que no lo son, dicen que es un caso aislado pero que está produciendo mucho ruido a nivel nacional y está causando odio.
Personalmente si no sé cuales van a ser mis condiciones de vida, no me lanzaría tan alegremente en el secesionismo dado que lo que se «sabe» ahora, son todo conjeturas.
Yo no sé qué pensar. Me embarcaré en el viaje, pero con poco equipaje, no vaya a ser que me tenga que volver.
Tenían que haberlo puesto en la lista de estructuras de Estado: agencia tributaria, seguridad social, exteriores, gestión aeroportuaria… y catalanes.
Una recomendación: el artículo de hoy en el ARA, a propósito de un concierto de Springsteen en Barcelona, de Albert Om… Raro, raro. O ha llegado el punto en el que la inmadurez del supernumerario del prusés esta pidiendo a gritos, más que un estado propio, un viaje a Port Aventura, o es una autoparodia como un castillo que dice mucho de la frivolidad animica a la que ha arrastrado tanta simplicidad. No se corresponde este tonillo ligero (porque desde luego la cosa no alcanza ni de lejos para sátira efectiva) cuando, siguiendo la propia jerga indepe, lo que está en juego es la Libertad y la Dignidad. Lo peor es que sospecho que ni el propio Oms lo tenía muy claro mientras escribía. Urge hermeneutica, en todo caso…
Y otra cosa Javier, retomando tus comentarios sobre la participación en el blog… Soy el único que echa en falta la presencia aquí de partidarios de la independencia? Me gustaría, y es un deseo estrictamente personal, un poco más de toma y daca para el intercambio productivo de ideas. No sé, si yo leo el ARA, el Punt, visitó blogs indepes, y veo (no mucho, ciertamente) TV3, se me hace raro que no haya caído por aquí ningún soberanista tratando de enmendarnos la plana… Quizás es cuestión de invitarles.
En todo esto, a mi me divierte mucho esa especie de «marketing barato para oligofrénicos» de que el secesionismo hace gala permanentemente.
Cosas como eso de «respectar, garantir i protegir els drets lingüístics dels catalans que constitueixin el nou estat, nascuts abans de l’any 1977, a poder emprar oralment i per escrit la llengua castellana davant les institucions públiques», retorciendo el lenguaje para expresar en positivo lo que realmente no es sino una restricción a los nacidos después de 1977. Algo así como si el nazismo hubiera decretado: «el Reich garantizará el derecho a la vida de los no-judios».
Hay una clara y demasiado torpe consigna «de estilo» para presentar las cosas en positivo, aunque haya que retorcer las frases hasta la tortura (para las propias frases y para el que las lee).
Es el mismo caso de ese: «a qui no volem desposseir» que intenta en positivo lanzar una clara amenaza: tenemos el poder para desposeerlos en cualquier momento, pero nos resistimos a la tentación, porque somos magnánimos.