Hace unos días expliqué que «la secesión en serio» era el título de un artículo-ladrillo en preparación con brillantes referencias teóricas. Rectifico. Lo cuartearé y limitaré las referencias teóricas para que sea algo más digerible. Algo tiene que ver también que, como escribió uno de los lectores habituales, el secesionismo a día de hoy ha entrado ya en una espiral en que se es capaz de defender una tesis y su contraria a la vez, de modo que la refutación de la tesis secesionista se convierte en su razón. Un enredo con todas sus acepciones, lo sé. Mientras elaboro esta entrada, se suceden nuevos ejemplos de ausencia de seriedad, como las «hojas de ruta» de la CUP y de la ANC, que se «trolean» unas a otras en una nueva parodia de la secesión que no tiene fin.
Con mayor o menor convencimiento, en las últimas semanas tenemos al secesionismo reclamando un referéndum. Dejadme que os diga que la renovación en el planteamiento de esta pretensión, que decían haber abandonado porque habían ganado su autoplebiscito, todavía me convence más de que existen sobradas razones para negarlo con mayor vehemencia. Habían ganado la secesión el 27S, no digamos del inicio de la secesión el 9 de noviembre de 2015, y ahora vuelven al referéndum. Como para fiarse de su buena voluntad. No me cabe ninguna duda de que, en el hipotético caso de que un día se plantease la posibilidad de celebrar un referéndum, se quejarían de las condiciones y requisitos a cumplir. Todo lo que fuera una exigencia de calidad del resultado sería calificado de bloqueo a la voluntad del pueblo y antidemocrático.
Con todo, a mí no me asusta entrar a debatir el tema de la celebración de un referéndum de secesión (llamémosle de este modo, aunque técnicamente sea incorrecto, y olvidemos si el referéndum sería vinculante, consultivo, si después se abriría un proceso de negociación que no está predeterminado, etcétera; ya he aclarado que no se trata de un artículo de longitud interminable) que sólo se ha estudiado de manera superficial por el separatismo en la cuestión que centra esta entrada: la irreversibilidad1 de una secesión y el desequilibrio en las consecuencias, en caso de referéndum, entre la victoria de continuar en la unidad y la victoria de la separación. Mientras que el primer caso no impide la celebración de sucesivos referendos, en el segundo se abre un camino irreversible. Quien defiende la unidad siempre se juega el cien por cien y quien defiende la secesión sabe que siempre podrá pedir otro referéndum, más tarde o más temprano. De una forma u otra, este tema ya lo he comentado alguna vez, pero el paso del tiempo ha dado lugar a nuevas publicaciones o he leído otros artículos y libros que me animan a aportar detalles que me parecen significativos.
Como de costumbre, y como entre el secesionismo nada es inocente, apenas Pau Bossacoma2 se ha ocupado del asunto con cierto interés en la literatura nacida al calor del prusés™, con la especialidad de que esta obra tiene un marcado carácter predominantemente académico, de baja difusión. En la restante teoría que en estos años he leído sobre el referéndum y su contenido concreto, o divulgación con sustrato técnico (Dolors Feliu o Joan Ridao, aparte de artículos sueltos), apenas aparece la cuestión, por no decir que no existe.
El desequilibrio es incontestable y resulta imprescindible habilitar vías que, a la vista de la irreversibilidad de la secesión3, permitieran asegurar que el resultado es indiscutible4. Una decisión favorable a la unidad no impediría repetir referéndum; una decisión favorable a la separación sí impediría la repetición.
Una objeción a la argumentación relativa a la irreversibilidad y el desequilibrio consistiría en afirmar (advierto de que esto lo he oído a nivel coloquial, y sólo lo apunta muy tenuemente Bossacoma, precisamente para criticarlo) que, en todo caso, en un futuro las fuerzas partidarias de continuar integradas en España tendrían la oportunidad de convocar un referéndum con ese objeto. Esta línea -ingenua, a mi parecer- ignora objeciones muy evidentes, la primera de ellas que no es lo mismo votar un referéndum de secesión que un referéndum de (re)unificación. La segunda, que ese supuesto referéndum de (re)unificación se llevaría a cabo bajo la jurisdicción de una hipotética República catalana, no del Reino de España. Diferencias más que suficientes como para negar cualquier simetría entre un referéndum de secesión y uno de (re)unificación. Como el supuesto referéndum de (re)unificación se llevaría a cabo en la hipotética República catalana, la legislación de ese eventual Estado podría imponer mayorías muy reforzadas para aceptar un cambio de semejante magnitud, de modo que esta línea se basa en hipótesis de difícil concreción real. Por último, dejadme decir que la tesis de un hipotético referéndum de (re)unificación denota la poca seriedad con que se piensan las cosas y la frivolidad con que se afronta la secesión: ¿cómo se va a votar y llevar a cabo la secesión, con todos los costes que comporta, y cinco años después -por ejemplo- se vota la (re)unificación? Un disparate.
Una línea mucho más sutil y técnica (RIDAO, “El derecho a decidir”, p.165), sitúa la naturaleza democrática de la voluntad secesionista al mismo nivel que la voluntad que defiende la unidad. Formalmente, esta aseveración puede ser cierta: ¿acaso no vale lo mismo el voto de quien defiende la unidad que el de quien defiende la secesión? Sin embargo, no es cierto que las consecuencias de la decisión sean las mismas: el referéndum de secesión se puede repetir mil veces si gana la unidad, mientras que si gana la separación ya no habrá repetición. Así, en contra de lo que afirma RIDAO, resulta que la voluntad secesionista tiene un poder mucho mayor que la voluntad de la unión, de modo que no se sitúan en el mismo nivel. Incluso aceptando -a meros efectos dialécticos- que secesión y unidad están al mismo nivel democrático, faltaría por justificar la razón democrática por la que en un caso sí se puede repetir referéndum y en otro caso no.
La postura de la secesión nunca pierde porque siempre tiene la posibilidad de volverlo a intentar, lo cual no sucederá en el caso contrario. Por lo tanto, las consecuencias de la expresión de una y otra voluntad no son simétricas.
Si se quiere tomar en serio la secesión, los fundamentos teóricos de la misma -y eso atañe particularmente al secesionismo catalán- debería de aceptar como premisa indispensable la irreversibilidad de una secesión y el desequilibrio entre quien ya no podría repetir referéndum y quien sí podría hacerlo de manera indefinida, hasta que quizás un día lograse la victoria y, con ello, obtuviera una decisión irreversible. Quien defendiera la separación habría podido votar hasta obtenerla. Quien defendiera la unión, ya no podría votarla más.
Es por eso que la regla de la simple mayoría que defiende el secesionismo resulta insatisfactoria y le es exigible un plus que ya he señalado en múltiples ocasiones que jamás estarían dispuestos a aceptar. El patente desequilibrio exige medidas que lo equilibren o mitiguen y esta es otra de las múltiples trampas que quiere colar el secesionismo: mientras discutimos si se puede llevar a cabo o no el referéndum, te olvidas del desequilibrio y de exigir mayorías cualificadas o reforzadas, para el improbable caso de que accedas a un referéndum del que carezco de apoyo suficiente. Por eso digo que, ahora mismo, ni siquiera me plantearía un referéndum de secesión, porque lo que quieren es una secesión express (o a la carta), en la que se tengan que justificar pocas cosas, y si puede ser, ninguna.
Todo esto nos lleva a otro asunto tantas veces tratado (creo que, de una forma u otra, aparece en más de una docena de entradas, en buena parte en la serie que elaboré a finales de 2014 titulada «Una consulta sin fundamento y su (posible) encaje legal«; si os interesa, usad el buscador), el de las mayorías, pero hoy no es el tema. Hoy me interesa plantear la irreversibilidad de la secesión y el desequilibrio en las consecuencias. Cien veces gana la unión y una la separación, y la separación es la que marca un camino definitivo e irreversible. Apórtenme argumentos por los que deba aceptar ese resultado sin concurrir una mayoría cualificada, un plus de legitimidad. Hasta la fecha no los he leído. Repito de nuevo: tómense en serio la secesión.
¿Quiere decir todo esto que, en caso de que el secesionismo estuviera de acuerdo en la exigencia de algún tipo de mayoría reforzada, aceptaría un referéndum? Ufff… estamos todavía muy lejos.
[Nota adicional: si alguien me quiere citar el caso de Escocia. Yo me he abstenido de citar la Ley de Claridad y alguna Constitución que exige mayorías cualificadas para la secesión o, efectuando paralelismos, mayorías cualificadas (el 75% del censo electoral, caso de Lituania) para modificar un artículo que dice que ese país es una república independiente, de donde se deduce que para unirse a otro país, si fuera el caso, se necesitaría ese quórum. Dicho de otra manera: argumentación propia, apoyada en los referentes teóricos que se quiera, pero no basada en el ejemplo que «me va bien» y obviando los que «no me van bien».]
1 Dion, Stéphane. Secesión y democracia: una perspectiva canadiense, de Stéphane Dion, Real Instituto Elcano 11/04/2013 “Es indudable que la secesión es un acto grave y probablemente irreversible”.
http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/zonas_es/europa/stephane-dion-secesion-democracia-secession-democracy-canada
2 Bossacoma i Busquets, Pau. “Justícia i legalitat de la secessió. Una teoria de l’autodeterminació nacional des de Catalunya”, páginas 351 a 361
3 Ruiz Soroa, José María. El esencialismo democrático, p.168: “…la secesión es por su propia naturaleza una decisión irreversible e incorregible, una excepción llamativa a las reglas de juego ordinarias de la democracia»
4 Margalit, A.; Raz, J.“National Self-Determination”, p. 458: “Given the long-term and irreversible nature of the decision (remember that while independence is up to the group, merger or union is not) the wish for a state must be shared by an overwhelming majority, reflecting deepseated beliefs and feelings of an enduring nature, and not mere temporary popularity” http://homepage.univie.ac.at/herbert.preiss/files/Margalit_Raz_NationalSelfDetermination.pdf
Pues es que no puede ser más elemental el asunto. Pero cuando el objetivo es ganar a cualquier precio pasan estas cosas: te tiras cinco años haciéndote el Kunta Kinte y señalando fascistas a diestro y siniestro, y cuando llega tu plebiscito y constatas que la ‘voluntad del pueblo’ se limita a un 30 y pico % del censo pues te sacas cualquier otra mierda de la manga para seguir dándole a la manivela. Y no hay más. Este es el nivel…
Personalmente, más alla de que consideró el nacionalismo en general un timazo y un anacronismo solipsista impropio de seres alfabetizados (no así un cierto patriotismo sentimental, más o menos poético, que me puede parecer incluso tierno), no tengo más inconveniente en que Cataluña se independice si se demuestra una voluntad amplia y sostenida en el tiempo…
Ahora bien, si con esta birria de planteamiento, al calor de una crisis, y sin llegar ni de coña al 50% del censo, a algún candidato -léase Sanchez- se le ocurre regalarle una salida más o menos digna a esta chapuza de proceso, cuando han sido ellos los que se han metido de cabeza en la ratonera haciendo gala de un egoísmo mítico y una ausencia total de responsabilidad, no se lo voy a perdonar en la vida. Lo siento pero les toca perder; basicamente por pedagogía.
Respecto al contraste entre las ‘hojas de ruta’ de la CUP y la ANC, siempre sospeche que la República Independiente de Cataluña seria al final marxista… O bien de groucho o bien de Karl. Esta noticia sólo lo confirma. Creo…
El eterno retorno de lo mismo, referéndum, full de ruta, la histórica sentencia (sic) de Kosovo, el apoyo internacional… Fatigoso.
No sé si vacilan o que el marco teórico (léase empanada mental) formado por derecho a decidir y radicalidad democrática les impide ver lo que dices: la secesión es una anomalía democrática porque no es reversible. ¿Para qué poner reglas y requisitos si tenemos el derecho como pueblo (adoro la expresión) y todo se arregla votando? Más que radicalidad democrática se debiera llamar ingenuidad democrática.
Espero que se adopte la idea de la CUP, quiero ver unas elecciones DUItarias y el recuento con la gran victoria que da lugar a un mandato democrático y la construcción de estructuras de Estado (otra vez). Lo asombroso es que puedas decir algo nuevo del referéndum o del proceso en general, no te lo ponen fácil.