Iniciamos 2016 con un par de citas

Para iniciar este 2016, un par de recomendaciones de lectura:

El príncipe, de Nicolás Maquiavelo. Todos lo conocemos, pocos lo han leído. Por experiencia propia, puedo decir que se trata de un libro mucho más aprovechable con los cuarenta años ya cumplidos (o alguno menos, no seamos dogmáticos) que cuando uno tiene veinte y se cree que la lectura lo hará sabio porque sí. En Google fácilmente encontraréis versiones gratuitas -recordemos que hace siglos que quedó libre de derechos- y también de pago (por ejemplo, la de Austral) a precio más que asequible. También recomiendo leer previamente algún estudio introductorio (el de Austral forma parte de la vista previa gratuita) para situarse en el contexto histórico y personal de Maquiavelo, quien, pese a que en alguno de esos estudios se dice que históricamente se la ha malinterpretado, a mí me parece el Dexter de la política. Lógico, por otra parte, en una época que las élites pasaban de la gloria a la miseria de un día para otro, rodaban cabezas y morían con más facilidad que en Juego de Tronos. Algunos de los episodios de los Médici o Borgia así lo acreditan. Bueno, si no lo queréis leer u os parece un tostón, tampoco pasa nada, yo no he leído Guerra y Paz.

Stéphane Dion. El actual Ministro de Asuntos Exteriores canadiense es una inevitable referencia, que los secesionistas suelen simular que no existe [Cuando alguien me dice: «Queremos un referéndum a la canadiense», le contesto: «¿Vais a promover una Ley de Claridad?»; las caras de no saber de qué les hablo suelen ser lo habitual. Sí, es cierto, esos interlocutores no están tan metidos en el tema como yo, lo cual es un poco de trampa en la que me regodeo; después, ya los dejo un poco en paz y no comentamos nada más]. No es que sea la panacea absoluta, pero sí una voz extremadamente autorizada. Para este próximo año 2016, me quitaré de encima la pereza y subiré un día a la biblioteca de la Universidad para pedir en préstamo [ventajas profesionales a las que uno tiene acceso] el libro La Política de la Claridad, ya que está descatalogado y me ha resultado imposible adquirirlo (¿a nadie en Alianza Editorial se le ha ocurrido recuperarlo, ni que fuera comprando los derechos también para libro electrónico? ¿O a cualquier otro con capacidad para reeditarlo, cosa que haría sin dudar el Govern de la Generalitat si fuera preciso? En esto, el secesionismo casi siempre va por delante). Dion ha pasado estos últimos años varias veces por España explicando cómo afrontó el referéndum de 1995 y sus argumentos, tanto para ese momento como cuando impulsó la Ley de la Claridad (reitero: ni el referéndum ni la Ley de Claridad son la panacea). Si buscáis en Google por Stéphane Dion o La Política de la Claridad, encontraréis bastantes cosas. Me gusta especialmente esta visita al Real Instituto Elcano, en abril de 2013,  en que contestó a varias de las preguntas que deben de ser afrontadas ante un desafío secesionista. Y por ampliar algo más de información para quien le interese, esto en Federalistes d’Esquerres, una entrevista de Fd’E en un blog en lugar de una web como Dios manda, un discurso de presentación del libro en 2005, el texto de la conferencia que dio, invitado por Federalistes d’Esquerres, en marzo de 2014 en Barcelona, transcrita por Crónica Global. Por último, un enlace en el que podéis seguir entera la conferencia en la Facultad de Filosofía de la UB.

Venga, a leer un poco mientras esperamos el desenlace de la investidura chiflada.

EDITO: Como hoy me aburría un poco, he estado indagando en el libro de Dion, a través de la vista previa parcial que nos ofrece Google Books del ejemplar en inglés. En una de sus alocuciones, Dion cuenta que durante la campaña del referéndum de 1995, los secesionistas evitaron explicitar las consecuencias reales del triunfo del SÍ, y, entre ellas, según una encuesta efectuada poco antes del fin de la campaña, alrededor del 50% de los que tenían planeado votar SÍ, «…believed they would continue to use a Canadian passport» [creían que seguirían utilizando pasaporte canadiense]. Como veis, lo de no explicar de verdad las probables consecuencias de una secesión está bastante extendido, incluso en sitios supuestamente ejemplares.

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Juanmari

Me da una pereza enorme ponerme otra vez con el referéndum y la ley de la claridad, especialmente cuando ya he leído algún estudio académico que basa el derecho a decidir en la opinión del supremo canadiense. Es fatigoso pero como lo has recomendado he estado googleando un poco y he descubierto un párrafo de la introducción que creo que es el mejor resumen del problema de la secesión:La verdadera cuestión, añade Dion,

no es saber si los quebequeses pueden decidir su futuro, (…) [sino] saber cómo, por qué procedimiento, los quebequeses que no quieren la nacionalidad canadiense podrían retirársela a los quebequeses que quieren conservarla.
Le he leído también que esos quebequeses tienen los derechos y la protección de la ley canadiense. Creo que es la primera voz que se preocupa de los no independentistas.
La ley de la claridad corre el peligro de convertirse en uno de esos mitos que, como la educación finlandesa o los referéndum suizos, ponemos de ejemplo, entendiéndolos superficialmente y nunca emulados porque son situaciones diferentes. Es cierto que son situaciones diferentes pero me daría con un canto en los dientes si todos entendiéramos y aceptáramos ese párrafo de Dion. Derechos individuales, reglas y procedimientos. Luego se arreglará (o no) de una manera o de otra pero no se puede despojar a un ciudadano de sus derechos porque no salga a manifestarse y no meta un ruido continuo.

Juanmari

Seguro que ahora siempre han hablado de referéndum y nunca de secesión unilateral. Todo estrategia. Bueno, volvemos al referéndum pero voy a poner un tope: aguantaré 100 «déficit democrático» y «encaje de Cataluña» , 50 «como pueblo» y, aquí voy a ser generoso, 200 «España no puede cambiar».
Sinceramente no creo que la decisión de la CUP tenga ya importancia, nos espera la misma matraca sea cual sea. Sí me parece preocupante que se siga hablando de un referéndum legal después de que el TC haya dejado claro que la vía es la reforma constitucional. Pablo Iglesias citaba el otro día a Rubio Llorente pero después de la última sentencia del TC no veo otra manera que la reforma. Es curioso que siempre estemos pidiendo una separación de poderes real y luego se trague con un poder ejecutivo que prometa saltarse el control de constitucionalidad. Da miedo. Al final siempre hay que volver a Tocqueville y su Democracia en América.