Como la Ley del Butifarréndum no existe, no vale la pena hablar de ella, pese a que, al escribir que no existe, acepte que puede que exista.
Antes de entrar sobre esa cuestión inicial, sí que me interesa hacer alguna mención a la frustración detectada entre el separatismo publicado (en especial, contra los Comunes; sin que falten las clásicas apelaciones los «traidores»), a consecuencia de la reacción entre displicente, de falta de adhesión, indiferente y de rechifla generada por la «presentación» de la Ley-Inexistente Con-la-Que-Se-Dice-Querer-Celebrar-un-Referéndum. Buena parte del separatismo no lo quiere entender (o no lo entiende), pero si no has logrado un consenso «interno« (es decir, en Cataluña; y resalto las comillas de «interno» para destacar el repelús de la etiqueta), cómo demonios vas a obtener el beneplácito «externo». Que José Antonio Zarzalejos sea capaz de entenderlo, captarlo y explicarlo mucho mejor que la mayoría de los separatistas adoctrinados (ahora entro sobre esto) es una buena muestra de la ignorancia que gobierna en ese separatismo al que me refiero.
Sobre el adoctrinamiento, leía esta mañana a Josep Ramoneda, quien afirma en EL PAIS que: «L’independentisme és un projecte d’ampli espectre social, lluny del mite del nacionalisme com a recurs ideològic de la burgesia…» [El independentismo es un proyecto de amplio espectro social, lejos del mito del nacionalismo como recurso ideológico de la burguesía…]. Interesante apreciación, si no fuera porque Vilaweb (y otros medios) publica que: «L’ANC i Òmnium despleguen l’estelada més gran del món a Sant Cugat«. Nada de nacionalismo; nada de recursos ideológicos. Risas aseguradas. Y eso que, según Ramoneda, no me entero.