Recuerdo un artículo de Joaquim Coll en EL PAÍS de hace más de dos años, titulado «El accidente insurreccional«, en el que pronosticaba algo parecido a la propuesta de resolución presentada hoy por el separatismo, acertadamente calificada por Vicente Vallés (presentador de noticias de Antena3) como algo que se parece mucho a una Declaración Unilateral de Independencia.
Se trata de una trampa muy vista: si la impugnas, van a decir que para qué si no tiene fuerza normativa y que funcionas a golpe de TC; y si no la impugnas, te están marcando un gol por toda la escuadra.
El tema va mucho más allá de la fuerza jurídica que tenga la resolución: subyace algo que se parece al título se parece mucho a un aviso de que se va a intentar algo parecido a una insurrección, sublevación o, directamente, una declaración unilateral de independencia. Otra cosa es que se tenga capacidad para llevarla a cabo, por lo que coincido por una vez -y sin que sirva de precedente- con el Presidente Rajoy en que se trata de una «provocación». Para tantear la reacción del Estado. El famoso artículo 155 de la Constitución que el secesionismo desea con tanto ahínco que se aplique.
Desconozco lo que pasará en el futuro. Lo que sí tengo claro es que si alguien guardaba esperanzas -pocas- de que el resultado electoral del 27 de septiembre despejara el camino hacia un hipotético referéndum, hoy se han destruido todos los puentes. Con una hipotética Declaración Unilateral de Independencia sobre la mesa, ¿qué clase de negociación se pretende? El desastre, eso se pretende.
Pregunta: ¿aprobar esa declaración no es disolver el Parlament? Quiero decir, ¿una declaración así puede ser parte de la dinámica parlamentaria legitima y ordinaria? Nombramos al Director General de TV3 y declaramos la independencia. A la vuelta el Pleno sigue sobre la RGI.