No tengo la más remota idea acerca de si la Historia se repite o no, o si se pueden establecer paralelismos. Me ha llamado la atención, en una reciente lectura del discurso de José Ortega y Gasset sobre el Estatuto de Cataluña, pronunciado en la sesión de las Cortes de 13 de mayo de 1932, la siguiente observación:
«No, muchos catalanistas no quieren vivir aparte de España, es decir, que, aun sintiéndose muy catalanes, no aceptan la política nacionalista, ni siquiera el Estatuto, que acaso han votado. Porque esto es lo lamentable de los nacionalismos; ellos son un sentimiento, pero siempre hay alguien que se encarga de traducir ese sentimiento en concretísimas fórmulas políticas: las que a ellos, a un grupo exaltado, les parecen mejores. Los demás coinciden con ellos, por lo menos parcialmente, en el sentimiento, pero no coinciden en las fórmulas políticas; lo que pasa es que no se atreven a decirlo, que no osan manifestar su discrepancia, porque no hay nada más fácil, faltando, claro está, a la veracidad, que esos exacerbados les tachen entonces de anticatalanes. Es el eterno y conocido mecanismo en el que con increíble ingenuidad han caido los que aceptaron que fuese presentado este Estatuto. ¿Qué van a hacer los que discrepan? Son arrollados; pero sabemos perfectamente de muchos, muchos catalanes catalanistas, que en su intimidad hoy no quieren esa política concreta que les ha sido impuesta por una minoría».
Este extracto se puede encontrar, literal, en el libro Dos visiones de España: Cataluña y España, ¿un debate sin fin?, de Círculo de Lectores – Galaxia Gutenberg, en edición a cargo de José María Ridao, página 37, que recoge los discursos sobre el Estatuto de Cataluña, en 1932, de Manuel Azaña y José Ortega y Gasset.
Perfectamente aplicable, palabra por palabra. Es hasta siniestro.
No soy mucho de citas, pero me pareció tan exacta que, efectivamente, asusta.
Los nacionalismos en España, cualquiera de ellos, exige el respeto a una pluralidad sociocultural que nunca reconocen donde dominan. Copiando lo peor del nacionalismo español, hoy prácticamente desaparecido. No hay en España comunidades más plurales que Euskadi y Cataluña y es donde menos se reconoce la pluralidad.