Mi lectura del 9-N

Sobre el tema, cada uno tendrá su opinión, tan válida, acertada o errónea como cualquier otra. Y ahí va la mía:

1. El número de votantes no es en absoluto despreciable. Si damos por buenos los datos presentados, con todas las reservas que pueda merecer el dato, debe reconocerse que la movilización ha sido significativa.

2. Tampoco se puede despreciar que pueda haber, aproximadamente, 1.800.000 votantes del SÍ-SÍ.

3. Ahora, las pegas. Ese número de votantes del SÍ-SÍ más o menos se corresponde con el supuesto número de asistentes a la «V» del 11 de septiembre, ya que la Guardia Urbana de Barcelona dijo 1.800.000 personas, cifra que fue asumida sin rechistar por el oficialismo secesionista. Aquí, el secesionismo ha quedado atrapado por sus propios números, con relación a un acto de claro corte independentista. No me sirve la excusa de que había pocos puntos de votación o de que había gente que se tenía que desplazar un poco lejos (pongamos que a un par de kilómetros), cuando mucha gente estuvo dispuesta a recorrer decenas y centenares de kilómetros para asistir a la gran «V». A ver si resultará que es más fácil viajar de un pueblecito de Tarragona a Barcelona que acudir a un punto de votación que está a un cuarto de hora de casa.

4. El éxito de la votación debe ser relativizado. A los partidarios de la secesión no les gustará esto, pero es así: se ha contado con el pleno apoyo de la Generalitat, que ha seguido haciendo campaña como si nada; hemos desayunado, comido y cenado consulta durante meses, sin otro tema de debate; nos han inundado de carteles amarillos y bolsas de basura amarillas los municipios; hemos recibido cartas de la Generalitat, trípticos y folletos de ANC o Súmate; han venido a casa a hacernos «encuestas» que dan por supuestas muchas cosas sin demostrar; han hecho spam telefónico; los medios de comunicación han bombardeado a todas horas con el referéndum, la secesión y la expresión del poble català como camino hacia la independencia. Y, pese a ello, la participación ha sido significativa, pero sólo por una parte. Puede calificarse como de relativamente reducida en comparación con la cantidad de horas que llevamos consumidas con el tema.  Internamente, seguro que el movimiento secesionista esperaba tres millones de votantes favorables a la secesión y un triunfo aplastante que, aun cuando tuviera severas dudas democráticas, podrían esgrimir como legitimadores. Insisto: sin restar méritos, no ha sucedido.

Tampoco me parecen muy aceptables excusas del tipo miedo, incertidumbre, el Ejército u otros espantajos que se suelen esgrimir para autojustificarse. Si el 80% de los catalanes está a favor de la consulta, ¿cómo es que no va a votar ni la mitad? Algo no cuadra. Repito, no resto mérito, no hay que menospreciar la movilización y la expresión manifestada, pero no estamos ante la lectura arrolladora que algunos pretendían -y todavía pretenden- extraer. El autoengaño no es nada bueno.

5. Es conocido que el secesionismo tiene una altísima movilización y eso no quita que hubiera mucha gente favorable a la independencia que se quedara en casa. Si fue así, es un pequeño fracaso (pequeño, tampoco voy a dramatizar). Si no lo fue, y como dijo alguien -creo que Rull- ahora se han contado, entonces no son tantos como algunos creían.

6. Teniendo en cuenta la gran cantidad de gente que no se sentía concernida por este butifarréndum enfocado a favor de la independencia, me ha sorprendido relativamente el elevado número de personas que han votado opciones distintas, como el SÍ-NO e incluso NO. De esto, yo tomo una lectura que creo se puede mezclar con la opción del SÍ-SÍ: sea cual sea la postura que uno tenga, hay cosas que deben cambiar. El cómo es cuestión diferente, y la actitud que hoy apunta Artur Mas y CDC no augura nada bueno.

7. Es un error creer que la abstención, por llamarla de algún modo, se posiciona por el NO o el SÍ-NO. Sin duda, su porcentaje sería significativo, pero apropiarse de la voz de quien no ha dicho nada es temerario. Tampoco hay que caer en el error de que como no han dicho nada, debemos ignorarlos. Escuchar el modo en que un medio de comunicación ha dicho que el SÍ-SÍ ha ganado claramente y que el NO apenas ha sumado el 3% en una circunscripción denota que no se acepta la realidad. Lo que decía antes del autoengaño. Después algunos se quejan cuando se pone de manifiesto la manipulación del lenguaje por los partidarios de la secesión.

Como he señalado antes, mucha gente no se ha sentido llamada y es obvio que eso predomina entre el NO, el SÍ-NO y el grupo que yo llamo escépticos.

8. Los escépticos son aquellos que pueden tener cualquier postura sobre la secesión, probablemente ninguna concreta y todas a la vez (es una especulación mía). Y, sobre todo, son escépticos porque se les dice «independencia» y no se les explica el cómo ni qué se piensa hacer, más allá de proclamas genéricas que no convencen. Un ejemplo: «tendremos mejores escuelas públicas». El escéptico se pregunta cómo es que la actual es mala -es el mensaje que destila la proclama- y qué se ha hecho durante más de 30 años para que no destaque en sus resultados educativos. Podrían estar a favor de la independencia y cuando piden que se les arrojen luces concretas, no las ven.

A este grupo, que existe aunque a menudo se olvida, le molesta que el NO se apropie de su voz, y le molesta que el SÍ-SÍ le quiera hacer comulgar con sus postulados (y no necesariamente, están por el SÍ-NO). Este grupo se ha sentido presionado por numerosos mensajes por Whatsapp, Facebook, etcétera; por aquel que en el trabajo le preguntaba «¿no irás a votar?» dando por sentado el SÍ-SÍ; o por el que le ha dicho que en la Plaza de Colón hay una enorme bandera española (qué facha, ¿verdad?), como si aquí no estuviera todo plagado de esteladas (es que eso es diferente, claro), etcétera.

Su opción, en consecuencia, ha sido la de no ir a votar. Estas afirmaciones se basan en apreciaciones mías totalmente subjetivas, basadas en la realidad. Una realidad pequeña e incompleta que debería tenerse muy en consideración. No me atrevo a decir que sean indecisos, ni equidistantes: simplemente quieren que no les avasallen, que es lo que se ha pretendido hacer por el movimiento secesionista. Cuántos son o representan, no lo sé. Quizás a mi alrededor he captado una sobrerrepresentación, o una infrarrepresentación. Lo que sí sé es que existen. Tengan treinta y dos apellidos catalanes, uno o ninguno.

9. No todo es darle cera a los secesionistas. Está claro que alguien debe mover ficha y que hay que hacerlo. Razones no faltan, como el agotamiento del sistema actual, imputable al Partido Popular y al PSOE, con la inestimable ayuda de todos aquellos que en un momento u otro les han dado apoyo. Me ahorro siglas. ¿Qué dirección debe tomar esta ficha? Sería muy pretencioso por mi parte decirlo. No lo sé. Y menos cuando se comprueba que la actitud del secesionismo es seguir exactamente con la misma canción, que vende un éxito arrollador que no ha sido tal. Así, es difícil que se pueda mover nada.

Está claro que se necesita un buen meneo a todo el sistema y en la actitud de los partidos. Sin embargo, entre el inmovilismo de unos, la indefinición de otros y las ideas fijas de los de más allá, no se acierta a ver una salida.

No obstante, que nadie se equivoque con lo que digo: la secesión es un escenario difícil de llevar a cabo y no se gana enviando una carta, como he escuchado que quiere hacer Artur Mas para solicitar un «referéndum acordado» o con una lista unitaria. Mi impresión es la de que Mas quiere capitalizar el éxito (para los convencidos) de la movilización de ayer y gestionarla como le parezca. ¿De qué modo? Nadie lo sabe.

Lo que sí sé, parafraseando a Juncker frente a Terricabras, es que un referéndum no se autoriza porque se envíe una carta. Si Mas lo hace así, a mi entender será una clara visualización de que no quiere pactar nada. En una democracia, y frente a la gravedad de una eventual secesión, un referéndum de tamañas características requiere mayor valentía, como plantear la petición por unos cauces que Artur Mas de nuevo querría ignorar. La Sentencia del TC que anulaba la declaración de soberanía ya realizaba unos apuntes al respecto y, en este mismo blog, llevo explicada la posición de cinco juristas de reconocido prestigio sobre el posible encaje legal de un referéndum. Mandar una carta es una absoluta pérdida de tiempo, aunque muy aprovechable para el autoconsumo secesionista y nueva victimización del «no nos dejan votar».

Y todo eso al margen de que, probablemente, Artur Mas ya no puede ser considerado interlocutor válido, por el escueto motivo que expongo en el punto 11.

10. Siguiendo con la capitalización. Quien asesoró a a Oriol Junqueras para que se hiciera voluntario en punto de votación, se cubrió de gloria. El jefe de la oposición, que promueve la independencia, como paradigma de la neutralidad. ¿Cómo no se le va a restar legitimidad y se van a poner en duda los resultados? No es cuestión de honradez en el recuento, es cuestión de la imagen que se transmite. Buena parte del secesionismo no se da cuenta o prefiere ignorarlo.

11. Por cierto, con la Generalitat desobedeciendo, ¿qué mensaje se transmite?. ¿Qué legitimidad tiene a partir de ahora frente a cualquiera que decida desobedecer sus resoluciones? El daño es tremendo.

Y hasta aquí llego. Al menos, ya es 10 de noviembre.