El derecho a decidir era un engaño

Esto del prusés se le está haciendo muy largo a muchos partidarios de la secesión, y es por eso que los menos dotados escriben textos como el de este enlace (si no tenéis ganas de leerlo, el artículo se titula «Som millors», con lo que ya os podéis imaginar el contenido) o este otro (titulado «El prusés») en que el autor se queja amargamente de que muchos nos refiramos, con sonora retranca, al prusés y no al Procés, en mayúsculas y voz grave. El nivel de este sector radical es bajo y, aunque no sean una muestra representativa de nada, sí que delatan la exteriorización del mal fondo que anida en una parte del nacionalismo. Tampoco merecen mayor atención y pasamos al sector de superior responsabilidad, el del Full de Ruta u Hoja Parroquial ampliada.

Esa Hoja de Ruta, que consiste en un folio y medio (madre mía, un proceso de secesión en folio y medio), ha sido ampliamente celebrada por periodistas y medios afectos a la causa, aunque no puede decirse lo mismo del ciudadano medio que abraza el independentismo, que empieza a asumir de manera mucho más crítica los mensajes que se le pretenden endosar: se le dice que las elecciones serán plebiscitarias, pero muchos comprenden que eso es más que dudoso; que con una mayoría absoluta pelada de CiU, ERC y CUP declararán la independencia, pero eso parece como muy raro y genera dudas acerca de quién lo reconocería; que el Derecho a Decidir es un Derecho Humano y un Derecho Fundamental… y resulta que no aparece en la Hoja de Ruta. Vaya, que el Derecho a Decidir era un engaño, tal como suena. Esto, que tantos hemos repetido, se verifica por la vía de los hechos secesionistas.

Como esta entrada la inicié hace unos días y me cuesta mucho escribirla, va saliendo material -en forma de declaraciones u opiniones, no podemos esperar argumentos teóricos sólidos- que, de una forma u otra, corrobora mis tesis, como Quim Arrufat diciendo que «Hay que quitar identitarismo a la independencia» o el mismísimo Vicent Partal reconociendo que queda mucho trabajo por hacer cuando queda poco más de cinco meses para unas supuestas elecciones «plebiscitarias». Las vacilaciones entre el secesionismo, que se expresaba antes con una seguridad arrolladora, son enormes. Eso no quita fuerza a la existencia de una potente corriente independentista, que no obstante se demuestra que no es tan mayoritaria ni cuenta con fundamentos ni principios del calibre que les gusta creer a algunos.

Otra nueva muestra ha sido la convocatoria de la ANC para llenar la Meridiana. No dudo de que será un éxito de dos o tres millones o más de personas, pero la iniciativa ha sido acogida con bastante frialdad, como no puede ser de otro modo. Y es que a la gente, así, en general, le parece ridículo que se celebre una «cumbre» sobre el yihadismo y los medios de comunicación sólo se preocupen de vigilar si Rajoy ha dicho una cosa o Mas ha dicho otra. El mismo rollo desde hace tres años, como hoy (este párrafo lo escribo el 13 de abril, pero la entrada la empecé hace semanas) incluso le ha apuntado Josep Cuní a Pilar Rahola (con otras palabras, por supuesto). Me da lo mismo que se trate de un medio favorable a la secesión, en contra o que se limite a reflejar lo que sucede. Es ridículo.

A todo esto, y como apunta el título de esta entrada, el Derecho a Decidir ha sido completamente borrado del discurso secesionista y, con ello, del discurso de todos los independentistas que me rodean. Algunos por aburrimiento, otros (mayoría), simplemente, porque ya no lo escuchan en los medios de comunicación y, en consecuencia, ya no lo repiten. Este es un discurso que también irrita mucho al separatismo: afirmar que existe un componente seguidista acrítico bastante importante. Como de costumbre, la realidad lo demuestra: difícilmente encontraréis en la actualidad a un partidario de la secesión que defienda tesis sobre el derecho a decidir. Te repetirán los deslavazados argumentos actuales, cuyo mensaje no se sabe muy bien distinguir, más allá de frases ampulosas y vacías, pero del derecho a decidir, ni rastro.

Es simple: el derecho a decidir no existe, era un engaño con el que se pudo mantener en tensión a mucha gente hasta que se han cansado. Si aparece el cansancio es porque se jugó con la emoción, y bien sabemos que la euforia no se puede mantener de manera indefinida. Pues a eso juegan, a la euforia.

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Juanmari

Está soso esto del proceso. Si se presentan en las cancillerías europeas con el derecho a decidir el despiporre puede ser olímpico. No sé si han perdido tensión o tienen miedo porque empiezan a vislumbrar que esto de la independencia no es cómo (no) se lo habían contado. Que la cosa no consiste en votar con el DNI español y salir del colegio electoral con el DNI catalán. Me acuerdo de que cuando se convocó la consulta, muchos indepes se despedían, «adiós caspanyol» era lo más usado. Ahora no lo ven tan claro. De boquilla sí, inevitable, Europa y bla bla pero no se despide nadie. Ni los peor educados.