«Diccionario de lugares comunes sobre Cataluña», de Juan Claudio de Ramón

Brillante es la primera palabra que se me ocurre tras leer el estupendo «Diccionario de lugares comunes sobre Cataluña. Breviario de tópicos, recetas fallidas e ideas que no funcionan para resolver la crisis catalana«, escrito por Juan Claudio de Ramón.

Se trata de un repaso a treinta y seis -si no he contado mal- de las frases hechas que en estos años hemos escuchado que justificarían, increíblemente, por sí solas, la argumentación secesionista. De Ramón las disecciona de forma clara y directa, sin circunloquios ni explicaciones agotadoras, para construir un valiosísimo libro que impugna por entero el andamiaje en que se basa el secesionismo y su conjunto de frases que han logrado calar en su público sin apenas explicación.

En algunos casos, y ahora lo veréis, la exposición del autor coincide exactamente con la que en muchas ocasiones se ha señalado en entradas y comentarios. Os lo comento porque quizás os parecerá «una obviedad» -derivada del agotamiento argumental a que solemos llegar-, pero lo cierto es que para llegar hasta algunas «obviedades» han hecho falta unos cuantos años.

Para no aburriros con rollos de opinión, cuando ya he escrito «brillante y valiosísimo«, os reproduciré algunas de las frases analizadas en el libro y algún extracto:

«Es un problema político que requiere una solución política» 

«(…) ¿Qué se nos intenta transmitir con esto?

En primer lugar, que es un problema donde los jueces no deberían entrar. Pero esto, lo acabamos de ver, es imposible e indeseable en un Estado de derecho, desde el momento en que la política vulnera el ordenamiento jurídico, como de hecho ha sucedido en Cataluña.

(…) La política de la transacción, que es la política del «dar algo», y que también podemos llamar política de la cesión continuada y sin contrapartidas (…) es la política que se tiene en mente cuando se dice que «hay que hacer política». Es, por supuesto, un error que no resuelve nada y agrava el problema«.

«El referéndum pactado es la única salida al conflicto»

Aparte de negar que el referéndum pudiera ser solución de nada (si gana la separación, los problemas de convivencia se agravarían; si gana la permanencia, los secesionistas siempre querrán otro y otro), me quedo con esta brillantísima aportación: «…podemos definir la democracia así: el programa ideológico que en cada momento histórico promueve la extensión de la ciudadanía a quien todavía no goza de ella.

Vistas así las cosas, es fácil ver hasta qué punto el secesionismo dentro de un Estado democrático es antidemocrático: porque aspira a revertir el proceso; a contraer, en lugar de ampliar, el cuerpo ciudadano. La secesión no sirve para dar derechos sino quitárselos a la parte de la ciudadanía que se rebana como si fuera un peso muerto«.

Demoledor (y sí, aquí se han escrito cosas similares; pero una cosa es un blog y sus comentarios dispersos y otra una sistematización de treinta y seis frases hechas).

«Hay que reconocer la singularidad de Cataluña»

En el breve análisis de esta frase (poco más de una página), se toca con pleno acierto -como en todo el libro- la tecla clave del separatismo, que no es otra que el nacionalismo: «Se aspira, no a reconocer lo propio, sino a desreconocer lo común, tenido por ajeno. La singularidad de Cataluña, según el nacionalismo, es no ser España…«. El asunto de fondo, como tantos otros, tiene que ver con la querencia del nacionalismo por eliminar, entre otras muchas cosas, una singularidad que Juan Claudio de Ramón destaca -y que recuerdo una vez una chica riojana también ensalzó maravillada en una cena de veinte personas en la ‘oprimida’ Costa Brava- como es la facilidad con que en las conversaciones se mezcla y se pasa de forma automática del castellano al catalán y viceversa, con absoluta naturalidad. Eso sí que es singular.

Bueno, la lista, como es digo, es de hasta treinta y seis frases que no os detallo porque en el enlace del principio se puede descargar el sumario en pdf.

En cualquier caso, y como os comentaba en la última frase que he destacado, Juan Claudio de Ramón ha efectuado un fino y acertado análisis de la cuestión que, al final, nos conduce por el trayecto y destino conocidos: nacionalismo. Ese proyecto que, vestido bajo mil formas, se presenta como la cura a todos los males imaginarios que aqueja a quienes -entre otras muchas cosas- se quejan de falta de descentralización y tienen bajo su mando a un cuerpo integral de  Policía, la sanidad, la educación o la política lingüística. Poco descentralizado no parece.

CONCLUSIÓN. Aunque me gusten, no suelo recomendar la compra de libros que he leído porque después vienen las reclamaciones. Sin embargo, este de Juan Claudio de Ramón es un must.

Por lo general, suelo añadir eso de «sin perjuicio de matices o detalles concretos«, incluso cuando estoy sustancialmente de acuerdo con un texto. En el caso de este libro ni siquiera es necesaria la coletilla. Espléndido.

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Quirze de Montpalau

Por descontado que suscribo todos los elogios que haces al libro, solo añadiría una mención al último capítulo dónde esboza las líneas maestras de un programa político que, a mi entender, deberían ser asumidas por cualquier partido que se considere no nacionalista y que desee realmente la convivencia en Cataluña.

Joan

Me estaba preguntando, Javier, el porqué de una nueva entrada cuando la anterior estaba a punto de llegar al número talismán (155) en comentarios.
Y veo que la razón es más que justificada. Gracias.

Fco. Javier

¡Gracias Javier! No conocía este libro de modo.
Estoy tentado de preguntar por el en alguna biblioteca municipal de Barcelona a ver si lo tienen…

Cristóbal

Si me permites la broma, Javier, de entrada ya le veo al libro un problema insalvable en el mismo título: tratándose de Cataluña, no puede haber “lugares comunes”, porque allí todo son “lugares extraordinarios”. Lo cual no deja de ser otro “lugar común”, por supuesto.

ramses

Muy buen comentario Cristóbal. Parece que solo son buenas todas aquellas cosas que son catalanas. A las demás se las ningunea, se las ignora o se las desprecia……

Joan

Esto ya es la repanocha. El nivel del «prusés» sin adjetivos. Fantástico:
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Cristóbal

Probablemente esta consulta técnica pegue mejor en la entrada anterior, pero no sé si ya hemos llegado allí al comentario 155, cifra talismán al parecer, y no voy a ser yo quien me la cargue, jejeje… El caso es que hoy me he topado aquí (https://cronicaglobal.elespanol.com/politica/justicia-espanola-juicio-1o_218799_102.html) con un tal Albert González Jiménez, profesor de Derecho Penal y Procesasl de la UOC, que dice lo siguiente: «Respecto a la retransmisión televisiva del juicio, el académico lo considera “anormal” y no cree que ello “redunde en una mayor transparencia. “Se debe garantizar que las declaraciones de los testigos no estén contaminadas, pues la LEC establece que no se pueden comunicar entre sí, se debe evitar la confabulación”, dice González.». Mi pregunta para Javier y demás «citafalsos» juristas es: ¿dónde está la trampa leguleya en esas declaraciones, si es que la hay? ¿O tiene visos de seriedad? Porque, efectivamente, la retransmisión del juicio multiplica la posibilidad de que cada testigo se contamine como le dé la real gana, no? Un poquito más de lo que ya de por sí estarán contaminados, jejeje… Gracias por la respuesta.

Cristóbal

Gracias, Javier. Ya me lo suponía yo. Es decir, que ni el Tribunal Supremo puede ponerle puertas al campo, jejeje… Bueno, el tal Albert González Jiménez a lo mejor sí, cuando sea Presidente del Consejo General del Poder Judicial… catalán, claro. (Aunque… con esos apellidos… no sé, no sé -otro ‘lugar común’, no?)